martes, 27 de octubre de 2009

Un pequeño astronauta

A las 7 de la tarde del primero de noviembre Paula entró al sanatorio junto con Fernando. Hacía calor y ambos estaban nerviosos porque las contracciones eran cada vez más frecuentes. La sentaron en una silla de ruedas y aunque a Paula no le gustó porque no estaba inválida sino que estaba más viva que nunca, no se animó a contradecir los rituales del caso.
La trasladaron a una sala y ahí empezó un nervioso ballet de partera y anestesista que a Paula le pareció durar un siglo. El dolor era cada vez más intenso hasta que por fin, a las 22 horas, otro alocado ballet de enfermeros la llevaron en una bamboleante camilla hasta la sala de parto. El lugar era blanco y ascético pero a Paula le parecía estar en la Luna –a pesar de los dolores bien terrestres- y la llegada de un astronauta de ojos dulces se lo confirmaron. El astronauta, mejor dicho Fernando, se colocó en la cabecera y le acarició la nuca como sólo él sabe hacerlo mientras un enloquecido ballet de obstetra, partera, enfermas, etc. daba órdenes incomprensibles para Paula.
Ella se concentró y pujó con todas sus fuerzas alentada por Fernando. La sala se llenó de una extraña luz, los relojes se detuvieron y a las 23.18 salió de la oscuridad del vientre de Paula , un pequeño astronauta.

1 comentario:

  1. Yo lo conozco al astronauta!!! Heu...crecio un poquito, claro!!!
    un beso para los 2

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