Había una vez, una vieja sabia llamada “la médica” por la gente del barrio porteño de la Boca. La llamaban así pues ella sabía curar los males de amores, la falta de trabajo o de salud y todos los dolores que duelen tanto y tanto como los del cuerpo y del alma.
Esa sabia a pesar de saber apenas escribir, era la tía Rosa de Paula. Era tan querida por la gente del barrio que su modesta casa se llenaba de simples regalos el día de Santa Rosa: flores, repasadores y hasta una torta engalanaban la casa.
Ella no tuvo hijos pero la vida le dio una sobrina, la madre de Paula, a la que quiso como una hija. Por eso muchos años más tarde su madre la cuidó con infinita paciencia.
Ahora que ya no están, Paula mira las manos de su hijo cocinando y piensa en ellas, grandes cocineras y magas, que también lo cuidan.
martes, 3 de noviembre de 2009
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