domingo, 29 de noviembre de 2009

Femenina

“On ne naît pas femme, on le devient” Simone de Beauvoir

Cuando se te hace un nudo en la garganta porque escuchás la voz de tu hombre, cuando te late el corazón fuerte, muy fuerte porque él está volviendo de un viaje o se está yendo, cuando las hormonas y todo tu ser vibra te sentís aún más mujer.
Cuando tu hijo te mira y no hay mirada en el mundo que te enternezca más y no hay besos ni abrazos que alcancen porque te conmueve hasta las entrañas verlo crecer, reír, llorar, jugar....vivir.
Cuando ves al mundo patas para arriba: guerras con armas o sin armas como las del hambre, la desocupación y la miseria, impiedad y abandono, levantás los brazos al cielo pidiendo clemencia y te sentís impotente por no poder quebrar las cadenas del odio.
Cuando ves tanto desamparo, quisieras tener una teta gigante para proteger a tantos huérfanos de todo, sin techo y en patas en pleno invierno.
Cuando la madre tierra se torna inclemente arrastrando con furia, con inundaciones, tornados o terremotos las casas de los más pobres, las que menos resisten, pero al otro día una mujer se levanta de nuevo y protege a su cría y saca fuerzas de donde no tiene para darle ánimo a su hombre para que salga a buscar una changa y regrese con algo para aliviar tanta pena y hambre.
Cuando esa mujer acuesta a sus hijos y los acuna con su voz y les cuenta una historia que los haga reír y olvidarse de lo que no tienen y duermen plácidamente soñando con un mundo lleno de chocolates, chupetines y juguetes.
Cuando esa mujer recibe a su hombre con un abrazo y un plato de sopa caliente y está contenta porque él consiguió una changuita para tirar otra semana más y duermen abrazados con la esperanza en los hijos.
Cuando se levanta cada mañana, esa mujer, con lluvia o con sol, para enfrentar un día más; sabés que no todo está perdido y que mientras haya mujeres como ella, se puede volver a empezar.

jueves, 12 de noviembre de 2009

FRÁGILES

“No existe una escuela que enseñe a vivir” Charly García

Así somos los seres humanos: frágiles. Aunque tengamos poder, dinero, belleza, casas suntuosas, autos carísimos y potentes. Somos frágiles.
No nos damos cuenta de que simplemente deseamos que nos quieran profundamente como realmente somos, con nuestros defectos y nuestras virtudes.
Podemos amar genuinamente al otro cuando lo aceptamos como es, pero para eso necesitamos primero aprender a aceptarnos como somos, con nuestras miserias y nuestras grandezas.
La verdadera grandeza de nuestra condición humana no está en las hazañas ni en los titulares de los diarios. Es tan pequeña y cotidiana que no la vemos: es aceptar el desafío de levantarnos cada mañana a pesar de la certeza de la muerte y de la bella incertidumbre de la vida.

martes, 10 de noviembre de 2009

Busco una palabra
que trascienda mi deseo,
que respire sola y no traicione.
Una palabra que toque al otro y vuele.
Una palabra,
una sola palabra
que nos una y no nos confunda.
Una palabra sonora y bella
Como el silencio.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Lune sauvage

La persona que me inspiró este poema es la directora francesa Agnès Varda, que perteneció al movimiento de la Nouvelle Vague y a la que admiro no sólo por su calidad artística sino también porque a sus 80 años sigue creando y en su última película "Las playas de Agnès" dice de sí misma que si la abrieran dentro de ella encontrarían playas.
Yo me imaginé que si me abrieran, encontrarían lunas. De esas lunas que llevo dentro mío nació este poema en francés.


"Moi, si on m'ouvrait, on trouverait des plages" "Les plages d'Agnès" film d'Agnès
Varda décembre 2008

Moi, si on m'ouvrait, on trouverait des lunes
de pleines lunes
aussi belles que sages.
De nouvelles lunes
petites et coquines.
Des lunes ravissantes,
joyeuses et charmantes.
Des lunes féminines
comme un voyage
doux, inachevé et sauvage.

martes, 3 de noviembre de 2009

CURANDERA

Había una vez, una vieja sabia llamada “la médica” por la gente del barrio porteño de la Boca. La llamaban así pues ella sabía curar los males de amores, la falta de trabajo o de salud y todos los dolores que duelen tanto y tanto como los del cuerpo y del alma.
Esa sabia a pesar de saber apenas escribir, era la tía Rosa de Paula. Era tan querida por la gente del barrio que su modesta casa se llenaba de simples regalos el día de Santa Rosa: flores, repasadores y hasta una torta engalanaban la casa.
Ella no tuvo hijos pero la vida le dio una sobrina, la madre de Paula, a la que quiso como una hija. Por eso muchos años más tarde su madre la cuidó con infinita paciencia.
Ahora que ya no están, Paula mira las manos de su hijo cocinando y piensa en ellas, grandes cocineras y magas, que también lo cuidan.
 
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