
Cada vez que repito el rito de entrar a un cine y las luces se apagan quedo atrapada en esa realidad dolorosamente bella.
No es un secreto que el cine es una de mis pasiones. Y no exagero. Cuando veo una película como “El secreto de sus ojos” siento un enorme placer.
La vi dos veces y la vería de nuevo. La primera vez la devoré como una novela que no puedo dejar de leer.
La segunda vez. Me enamoré.
Después de ver una película así siento que la realidad no es real. Me cuesta salir del mundo que creó esa obra. Por un rato, la calle y la gente me parecen ficticias.
Después y sólo después, vuelvo al mundo.