sábado, 12 de septiembre de 2009

La caja de los sueños

Esa tarde en que Paula abrió la caja de los sueños, tuvo muchas sorpresas. Poco a poco, salieron el olor a pan caliente, a chocolate, sus primeros perfumes. También aparecieron la boina negra de su abuelo Antonio y alguna tarde a la salida de la escuela tomada de su gran mano cruzando la avenida Almirante Brown en el barrio de la Boca, paseos con su papá y su hermana por el puente que cruza el Riachuelo, algún viaje en colectivo con su mamá y Paulita leyéndole todos los carteles que veía o disfrazándose y desfilando para ella. La cajita tenía aún más, tenía a los juegos a la tarde con su hermana haciéndose las señoritas que recibían a las visitas y comían “exquisitos inventos”: galletitas de chocolate aplastadas y mezcladas con agua. En ese tesoro estaban los lujos de los domingos por la tarde, su sandwich preferido de salame de milán picado fino o el manjar de algunos días: un alfajor de chocolate Havanna.
También apareció el olor a tierra recién mojada de las plantas de la casa de su tía Rosa y los distintos matices de color rosado de los malvones en flor. Los panaderos que ella juntaba, volaron de la cajita junto con aquel primer poema que escribió y ya no recuerda.
La alegría y el brindis con sidra de su abuelo por la comunión de “la Paula” y el triunfo de Boca tampoco faltaron ni la figura imponente y tierna de su abuelo presidiendo la mesa de las primeras Navidades.
Por último escuchó el silbido de su papá a todo pulmón del Feliz Cumpleaños, rito de cada 9 de febrero, día del cumpleaños de Paula, que se repite cada año y desea se repita hasta la eternidad.

1 comentario:

  1. Ah, les souvenirs d'enfance, chacun a sa petite madeleine, non ?
    Bisous Laura
    La Marie

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