
Mientras tanto un adolescente de indudable origen oriental lee concentrado ajeno al festejo del Año del Tigre.
Muy cerca de allí, pasamos por un restaurante japonés. Luego por otro peruano.
Un templo budista nos llama la atención y sobre todo la sonrisa cordial de un joven monje nos invita a entrar. Me descalzo, entro al templo y lo pienso a mi abuelo reencarnado en un chino como él soñaba.
Salgo y retomo el camino para buscar al lector adolescente. Él está en el mismo lugar leyendo. No me animo a preguntarle qué lee.
A un lector tan concentrado en medio de una multitud no se lo molesta.